Durante mucho tiempo, la idea de ofrecer un concierto como yo mismo me llenó de pavor. La comodidad de los papeles de personaje siempre había sido mi escudo, y la idea de cantar sin ese velo era genuinamente aterradora. Sin embargo, hubo raros momentos de valentía, o quizás de hábil persuasión emocional, en los que aceptaba cantar una canción como yo mismo en una gala o evento especial. Cada vez, me sorprendía la profunda conexión que florecía entre el público y yo, una sensación diferente a todo lo que experimentaba a través del trabajo de personaje.
Este deseo naciente de conectar directamente me llevó a un momento crucial en 2009. Recibí una invitación para participar en la prestigiosa Serie American Songbook en el Lincoln Center de Nueva York. A pesar del miedo que me carcomía, respiré hondo y dije «Sí». Esta decisión desencadenó una increíble cadena de acontecimientos, transformando mi carrera de maneras que nunca hubiera imaginado. Tres resultados notables surgieron de este único acto de fe:
- Confronté mi miedo más profundo y lo hice de todos modos. Este acto de coraje fue en sí mismo una victoria, demostrándome a mí mismo que podía salir de mi zona de confort y prosperar.
- Descubrí un gozo inesperado al actuar como yo mismo. La interacción directa con el público, la vulnerabilidad y la autenticidad de la experiencia fueron profundamente gratificantes.
- Se desplegó ante mí una trayectoria profesional completamente nueva: un mundo de conciertos que me llamaba desde todos los rincones del mundo. Esta oportunidad de compartir mi propia voz, sin la máscara de un personaje, era estimulante.
Apenas unas semanas después de aquel transformador estreno en American Songbook, me encontré en Australia, listo para actuar en el festival Mardi Gras. Fue allí donde presenté una canción con un título bastante intrigante: «Compré un coche azul hoy». Esta actuación resonó profundamente y se convirtió en algo más que una canción; se convirtió en un símbolo de este nuevo capítulo. Ese verano, el impulso continuó cuando grabé un álbum, acertadamente llamado «Compré un coche azul hoy», que fue lanzado a un público ansioso en otoño.
El viaje del «coche azul» no había hecho más que empezar. En septiembre, el espectáculo subió al escenario del Teatro Vaudeville en el West End de Londres, consolidando aún más esta carrera de conciertos. A mi regreso a Estados Unidos, siguió una avalancha de actuaciones, incluyendo fechas en el Centro de Artes Escénicas del Condado de Orange, el festival Dallas 2X2 y el íntimo High Line Ballroom en Nueva York. También disfruté de dos notables compromisos de una semana en el Teatro Geffen de Los Ángeles, cada actuación construyéndose sobre la anterior y expandiendo el alcance de esta nueva expresión artística.
El año culminó con un regreso a Australia, esta vez para actuar en la emblemática Ópera de Sídney y la Central Eléctrica de Brisbane. A lo largo de este increíble viaje de conciertos, tuve la suerte de contar con mi excepcional director musical, Lance Horne. Su colaboración y genio musical fueron fundamentales para dar vida a estas actuaciones y dar forma a esta nueva y emocionante fase de mi carrera, todo ello impulsado por el coraje de subir al escenario como yo mismo y el impulso simbólico de un «coche azul».